Domingo...

Te iba a contar todo lo que quedaba a mitad de camino entre mis caderas y mis dientes. Que estaba cansada de jugar a los roces casuales y sin intención. Que estaba segura de que me habías descubierto espiándote entre excusas más de una vez.
Te iba a decir que ahora entendía esas risas prefabricadas seguidas de un silencio que no llegábamos a completar con palabras, si a duras penas lográbamos mantenernos la mirada. Te iba a confesar que prefería dejar la vida a los pies de tu cama sólo si estabas dispuesto a absorber todo el aire entre mi voz y tu cuerpo con tu canción preferida de los Beatles. Te iba a preguntar qué conjuro habías echado en nuestros labios que habían perdido la osadía de acercarse, y qué le pasaba a tu mano derecha que no podía dejar de hacer temblar mi cintura.
Te iba a contar mi secreto, por fin. Que estaba dispuesta a aceptar mi derrota a cambio de la entrega de tus miedos. Que nunca había aprendido a disimular y que sospechaba que borrabas con el codo las dudas que escribías en forma de sutilezas. Que por qué no dejábamos de dedicarnos a la venta de besos al por mayor y nos dábamos por vencidos sin calcular el riesgo.
Te iba a contar que el mundo esperaba a la orilla de tus párpados...
Justo cuando tu nuca se perdió entre la gente.

[DMA // 18.05.2008]

P.S: no vaya usted a equivocarse. no lo escribí por aquella persona, sino más bien por esa otra, la de más acá. qué jodidos y poco radiantes los domingos, che.