Cuando el pasado es una pelota de puré frío en la boca del estómago y las lágrimas disuelven el Prozac antes de que pase la garganta. Y los mismos fantasmas vuelven por un último asunto pendiente, justo cuando creíste que ahí no quedaban más que trastos viejos, inútiles. Vencidos. Cuando la ignorancia nos pone a hacer el papel de idiotas. Y nos deja solos, desolados. Estaqueados en el medio del patio (como si el amor no fuera un rayo que te parte los huesos...).
Resulta que hay nucas que pueden llevarse por delante nuestros pasos hacia el futuro, por la mera sospecha de que haya otra puerta tras la puerta de tus ojos. Un lugar sin nombre ni luz, donde reina la vergüenza y el silencio. Un rincón donde el pasado te cose la boca y me llena los bolsillos de dudas.
Por qué. Por qué no ventilar también en el fondo para entenderse, buscarse y encontrarse. Elegirse. Abrazarse. Desnudarse mucho-más-allá de la piel y los sobre-entendidos.
Y no tener que dedicarse palabras con puchero, gusto a salitre hirviendo; cachetazos que nos hagan reaccionar, pero sobre todo que duelan. No tener que pedirte a gritos que por fin me hables y dejes de mirar hacia la puerta tras la puerta de tus ojos.
Porque hablarme es cuidarme, y hacer que el pasado deje de ser una pelota de puré frío en la boca del estómago.
1 comentario:
me alegro que hayas vuelto Gretiña,
te mando un montón de besos.
Fed.
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